Por: ALM
Ayer me vi la Lista de Schindler.
Sí, nunca antes la había visto, y el momento llegó justo cuando más lo necesitaba. No fue premeditado o algo por el estilo, el zapping fue mi cómplice, y un insomnio hasta la tres de la mañana.
Pero valió la pena.
Valió la pena porqué me ayudó a entender el porqué del ataque Israel en la Franja de Gaza, de las miles de inocentes muertos, de los niños huérfanos, de la guerra sin fin, del infierno de Medio Oriente.
Comprendí que sin lugar a dudas, no tiene justificación.
Es fácil para la opinión pública registrar buenos y malos en el trayecto histórico de las distintas sociedades. En La Segunda Guerra Mundial, los culpables fueron los alemanes; en Vietnan, los americanos; en Las Malvinas, los ingleses; en Cenepa; los peruanos; en New York, los musulmanes; en Medio Oriente, los judíos…
El estigma del mal yace como marca de nacimiento en decenas de generaciones ajenas al penoso pasado de sus antecesores, quienes fueron también resultado del poder político, de los intereses creados de una pequeña oligarquía deshumanizada. Ninguno de esos pueblos debe ser acusado con el dedo. Dando vuelta a la página, cada uno de ellos puede ser el condenado. En ocasiones, la intolerancia afecta a todos por igual, ya seas víctima o victimario, las circunstancias te ponen de una orilla a la otra con el abrir y cerrar de ojos.
Volviendo al conflicto actual, muchos de los descendientes de los judíos de Schindler habitan hoy en la Tierra Santa, y se deben estar preguntando ¿es justo el accionar de nuestro Estado? ¿Estamos obrando por el bien de Israel? ¿Somos igual o peor que los nazis?
Mientras la crítica mundial recae sobre el pueblo israelita, las mafias políticas del estado de la estrella de David destrozan con su prepotencia e ignorancia el recuerdo de cómo sobrevivió gran parte del pueblo judío al holocausto: por misericordia. Israel es el resultado de gente que creyó injusto que una tribu errante por el mundo cargue la cruz de los pecados del mundo. Se los exhortó, se les ayudó, se les permitió tener patria, a costa de la tierra de terceros.
Como nadie en el mundo, las mieles amargas de la guerra la probó el pueblo judío de manera exorbitante. Nadie más que ellos para contar, decir, recordar, lo que significó para ellos que unos cuantos ilustres políticos decidieran sesenta años atrás que su presencia era una plaga para Europa.
¿Hoy los palestinos lo son para Israel?
De víctimas a victimarios. De débiles a fuertes. El ser humano actúa en relación a la cuota de poder que se le otorga. En la Alemania nazi, la mayoría utilizó su fuerza en la masacre antisemita, otros pocos como Schindler, prefirieron salvar vidas. Cómo advierte a los soldados alemanes derrotados al final de la cinta: pueden volver a sus casas como hombres en vez de asesinos.
El Israel de ahora, el gran Estado, no la multitud, tiene la sartén por el mango. O bien puede arrasar con Hamas y miles de palestinos inocentes, o dejar una guerra sin sentido, y salvar vidas. Volverse hombres, no asesinos. ¿Qué camino escogerán? De verdad, no lo sé, pero soy optimista.
Creo que aún quedan piedras sobre la tumba de Oskar…
Sí, nunca antes la había visto, y el momento llegó justo cuando más lo necesitaba. No fue premeditado o algo por el estilo, el zapping fue mi cómplice, y un insomnio hasta la tres de la mañana.
Pero valió la pena.
Valió la pena porqué me ayudó a entender el porqué del ataque Israel en la Franja de Gaza, de las miles de inocentes muertos, de los niños huérfanos, de la guerra sin fin, del infierno de Medio Oriente.
Comprendí que sin lugar a dudas, no tiene justificación.
Es fácil para la opinión pública registrar buenos y malos en el trayecto histórico de las distintas sociedades. En La Segunda Guerra Mundial, los culpables fueron los alemanes; en Vietnan, los americanos; en Las Malvinas, los ingleses; en Cenepa; los peruanos; en New York, los musulmanes; en Medio Oriente, los judíos…
El estigma del mal yace como marca de nacimiento en decenas de generaciones ajenas al penoso pasado de sus antecesores, quienes fueron también resultado del poder político, de los intereses creados de una pequeña oligarquía deshumanizada. Ninguno de esos pueblos debe ser acusado con el dedo. Dando vuelta a la página, cada uno de ellos puede ser el condenado. En ocasiones, la intolerancia afecta a todos por igual, ya seas víctima o victimario, las circunstancias te ponen de una orilla a la otra con el abrir y cerrar de ojos.
Volviendo al conflicto actual, muchos de los descendientes de los judíos de Schindler habitan hoy en la Tierra Santa, y se deben estar preguntando ¿es justo el accionar de nuestro Estado? ¿Estamos obrando por el bien de Israel? ¿Somos igual o peor que los nazis?
Mientras la crítica mundial recae sobre el pueblo israelita, las mafias políticas del estado de la estrella de David destrozan con su prepotencia e ignorancia el recuerdo de cómo sobrevivió gran parte del pueblo judío al holocausto: por misericordia. Israel es el resultado de gente que creyó injusto que una tribu errante por el mundo cargue la cruz de los pecados del mundo. Se los exhortó, se les ayudó, se les permitió tener patria, a costa de la tierra de terceros.
Como nadie en el mundo, las mieles amargas de la guerra la probó el pueblo judío de manera exorbitante. Nadie más que ellos para contar, decir, recordar, lo que significó para ellos que unos cuantos ilustres políticos decidieran sesenta años atrás que su presencia era una plaga para Europa.
¿Hoy los palestinos lo son para Israel?
De víctimas a victimarios. De débiles a fuertes. El ser humano actúa en relación a la cuota de poder que se le otorga. En la Alemania nazi, la mayoría utilizó su fuerza en la masacre antisemita, otros pocos como Schindler, prefirieron salvar vidas. Cómo advierte a los soldados alemanes derrotados al final de la cinta: pueden volver a sus casas como hombres en vez de asesinos.
El Israel de ahora, el gran Estado, no la multitud, tiene la sartén por el mango. O bien puede arrasar con Hamas y miles de palestinos inocentes, o dejar una guerra sin sentido, y salvar vidas. Volverse hombres, no asesinos. ¿Qué camino escogerán? De verdad, no lo sé, pero soy optimista.
Creo que aún quedan piedras sobre la tumba de Oskar…
2 comentarios:
Si, un asunto pedagógico, dicen que aprender duele o que la letra con sangre entra, los judíos aprendiendo, con Palestina y sin plastilina.
Buena entrada.
Hola Amanda, gracias por participar. Como dicen os futbolizados, la pelota está en la cancha de Israel. Saben que es el dolor y cómo se sufre siendo el débil. Ojalá puedan resolver de manera pacífica una guerra totalmente ilógica e injusta, y no quieran aplicar su leccíón de vida como materia a aprender a los Palestinos.
Publicar un comentario