Por: ALM
Segurisísimo estoy que cuando Don Carlos Rubira Infante y Manuel María Sánchez hilvanaron sus más extraordinarias obras musicales en honor a su tierra bendita, ninguno de los dos imaginó que serían utilizadas como marcas registradas para alcanzar el poder.
Madera de Guerrero y Patria son referentes nacionales de la representación heroica y antropológica del ecuatoriano y el derivado guayaquileño. Pero luego de décadas de abanderar largas jornadas de cultura y civismo, su facilidad para envolver corazones ávidas de un nacionalismo emergente, las convirtieron por los expertos del marketing político en jingles de campaña.
¿Hasta dónde debe mezclarse lo cívico con lo político? Pregunta del millón. En una contienda electoral, cada vez más marcada por la inconsistencia de tendencias ideológicas, la ambigüedad de lo “cívico” y la poca cultura política ciudadana que arrastra nuestra sociedad se vuelve presa fácil de las circunstancias y la tarima. Ante la falta de referentes honestos y probidad garantizada en el concurso de los votos, siempre será bueno apelar a los sentimentalismos nacionalistas arraigados a la parcela que nos vio nacer.
Así fue como el Gobierno verde limón exacerbó entre la multitud las más íntimas emociones cuando presentó su hit musical Patria en nuestros hogares. La cancioncita que tarareamos con desgano en la filas de la escuela de un momento a otro se volvió más cotizada que el último éxito de Juanes. La “Patriamanía” se tomó Ecuador, y su sonido tan particular se escuchaba en casas, bares, calles, instituciones, partidos de indor y uno que otro ringtone de celular.
Pero luego de que la “Revolución Ciudadana” comenzó a dar muestras de flaqueza, Patria pasó del himno a la alegría a soneto fúnebre. Ya se había conseguido que ¡por fin! Los muchachos se sepan la letra de una canción tan cívica y nuestra, pero al mismo tiempo el rechazo hacia las acciones del gobierno comenzó a crear una repulsión a todo aquel que silbaba con “honor e hidalguía”.
Fue entonces cuando “se fecundó la sangre” no solo de repulsión, sino de encasillamiento. Gracias a la mercadotecnia y la magia de la caja boba, cualquier mortal que ahora le da por entonar partes de la canción Patria es correísta seguro, burócrata o anti pelucón.
En menos de dos años, una tonada que enarbola los más altos conceptos de amor al país y que yacía arrumada en un rincón, pasó a liderar la lista Bilboard para luego caer al desprestigio de una postura política desprestigiada. Nunca más Patria se sentirá “tan mía como madre” en nuestros planteles, su nueva concepción mediática represente de ahora en adelante a un solo grupo: Movimiento País.
Pasado y confeso el caso uno, veamos que sucede con el himno local. Madera de Guerrero ya tiene antecedentes, como lo refirió el mismo Infante en una entrevista de febrero del 2008, cuando salió junto a Carlos Julio Arosemena a marchar en contra de la supresión de la CTG por el Gobierno. De ahí no es de extrañarse que la canción sea el grito de guerra cuando los guayaquileños lideran protestas contra el Gobierno central.
¿Dije guayaquileños? Exacto, esa es la diferencia principal de nuestros tiempos. En las últimas dos décadas el protagonismo excluyente de Nebot, antes de LFC, convirtieron representaciones cívicas en manifestaciones políticas contra el Ejecutivo de turno. Tanto fue el empoderamiento de la visión socialcristiana en el argot popular, que sólo la rabietas del alcalde era consideradas marchas ciudadanas. Para ellos el resto: informales, estudiantes, profesores, jubilados, caminando en la Nueve de Octubre, son solo un gajo de desocupados y acomplejados.
Madera de guerrero ameniza toda representación del cabildo en actos públicos. Se convirtió en himno de batalla y marca socialcristiana. En la “defensa” del guayaquileñismo, en manos de los caciques terminó siendo símbolo de exclusión regionalista. Tanto así, que hasta su título representará un movimiento político del burgomaestre, en una muestra clara de la apropiación indebida de los conceptos patrióticos (no olvidemos el significado de las siglas PAIS).
Don Rubira Infante fue muy claro un año atrás “Yo escribo mis canciones para levantar el espíritu de Patria, no para la desunión del país”, sabias palabras. Sin embargo, el mercadillo de mañas electorales va acabando con los pocos símbolos que definen nuestra idiosincrasia. Luego de la contienda de abril, cada vez será más notorio como la Patria es de algunitos y la madera de guerrero se apolilla.
Segurisísimo estoy que cuando Don Carlos Rubira Infante y Manuel María Sánchez hilvanaron sus más extraordinarias obras musicales en honor a su tierra bendita, ninguno de los dos imaginó que serían utilizadas como marcas registradas para alcanzar el poder.
Madera de Guerrero y Patria son referentes nacionales de la representación heroica y antropológica del ecuatoriano y el derivado guayaquileño. Pero luego de décadas de abanderar largas jornadas de cultura y civismo, su facilidad para envolver corazones ávidas de un nacionalismo emergente, las convirtieron por los expertos del marketing político en jingles de campaña.
¿Hasta dónde debe mezclarse lo cívico con lo político? Pregunta del millón. En una contienda electoral, cada vez más marcada por la inconsistencia de tendencias ideológicas, la ambigüedad de lo “cívico” y la poca cultura política ciudadana que arrastra nuestra sociedad se vuelve presa fácil de las circunstancias y la tarima. Ante la falta de referentes honestos y probidad garantizada en el concurso de los votos, siempre será bueno apelar a los sentimentalismos nacionalistas arraigados a la parcela que nos vio nacer.
Así fue como el Gobierno verde limón exacerbó entre la multitud las más íntimas emociones cuando presentó su hit musical Patria en nuestros hogares. La cancioncita que tarareamos con desgano en la filas de la escuela de un momento a otro se volvió más cotizada que el último éxito de Juanes. La “Patriamanía” se tomó Ecuador, y su sonido tan particular se escuchaba en casas, bares, calles, instituciones, partidos de indor y uno que otro ringtone de celular.
Pero luego de que la “Revolución Ciudadana” comenzó a dar muestras de flaqueza, Patria pasó del himno a la alegría a soneto fúnebre. Ya se había conseguido que ¡por fin! Los muchachos se sepan la letra de una canción tan cívica y nuestra, pero al mismo tiempo el rechazo hacia las acciones del gobierno comenzó a crear una repulsión a todo aquel que silbaba con “honor e hidalguía”.
Fue entonces cuando “se fecundó la sangre” no solo de repulsión, sino de encasillamiento. Gracias a la mercadotecnia y la magia de la caja boba, cualquier mortal que ahora le da por entonar partes de la canción Patria es correísta seguro, burócrata o anti pelucón.
En menos de dos años, una tonada que enarbola los más altos conceptos de amor al país y que yacía arrumada en un rincón, pasó a liderar la lista Bilboard para luego caer al desprestigio de una postura política desprestigiada. Nunca más Patria se sentirá “tan mía como madre” en nuestros planteles, su nueva concepción mediática represente de ahora en adelante a un solo grupo: Movimiento País.
Pasado y confeso el caso uno, veamos que sucede con el himno local. Madera de Guerrero ya tiene antecedentes, como lo refirió el mismo Infante en una entrevista de febrero del 2008, cuando salió junto a Carlos Julio Arosemena a marchar en contra de la supresión de la CTG por el Gobierno. De ahí no es de extrañarse que la canción sea el grito de guerra cuando los guayaquileños lideran protestas contra el Gobierno central.
¿Dije guayaquileños? Exacto, esa es la diferencia principal de nuestros tiempos. En las últimas dos décadas el protagonismo excluyente de Nebot, antes de LFC, convirtieron representaciones cívicas en manifestaciones políticas contra el Ejecutivo de turno. Tanto fue el empoderamiento de la visión socialcristiana en el argot popular, que sólo la rabietas del alcalde era consideradas marchas ciudadanas. Para ellos el resto: informales, estudiantes, profesores, jubilados, caminando en la Nueve de Octubre, son solo un gajo de desocupados y acomplejados.
Madera de guerrero ameniza toda representación del cabildo en actos públicos. Se convirtió en himno de batalla y marca socialcristiana. En la “defensa” del guayaquileñismo, en manos de los caciques terminó siendo símbolo de exclusión regionalista. Tanto así, que hasta su título representará un movimiento político del burgomaestre, en una muestra clara de la apropiación indebida de los conceptos patrióticos (no olvidemos el significado de las siglas PAIS).
Don Rubira Infante fue muy claro un año atrás “Yo escribo mis canciones para levantar el espíritu de Patria, no para la desunión del país”, sabias palabras. Sin embargo, el mercadillo de mañas electorales va acabando con los pocos símbolos que definen nuestra idiosincrasia. Luego de la contienda de abril, cada vez será más notorio como la Patria es de algunitos y la madera de guerrero se apolilla.
0 comentarios:
Publicar un comentario