Por: Ángel Largo M.
La semana que murió tuve una entretenida discusión en la oficina de trabajo. Mirando como tres valientes hombres, sin arnés de protección, limpiaban los alicagados vidrios del obsoleto Filanbanco, nueva casa del Registro Civil, entre mis compañeros y yo inició un debate acerca de la utilidad que generará, en plena zona bancaria-regenerada del centro, una institución pública de esas características.
Alexandra veía contras en el caos vehicular y peatonal que según ella, generará la dependencia. Yo me reía a mis adentros pensando de qué filosofía ciudadana habría sacado esos prejuicios. Me limité a responder a que el Cabildo, en su omnipotencia característica, tendrá como siempre la potestad de regular el comercio a las afueras del nuevo registro, así que no tendría por qué preocuparse.
Es más le hice notar los factores positivos de la iniciativa estatal. Pasar un ente malgastado y encerrado en el olvido en una esquina de la 25 de Julio devolverá carisma y agilidad al proceso del registro ciudadano. Además, ya era hora de darle un uso a tamaña edificación del imperio Isaías abandonado a la suerte de ratas por casi diez años en pleno casco comercial de Guayaquil.
Mi compañera asintió pero su preocupación se mantenía latente. Para mí en cambio, regresé a mi puesto convencido de que el mensaje que un día antes Nebot había lanzado como amenaza ya rimbombaba en los oídos porteños. “Ojalá no repita los espacios comerciales del sur de la ciudad”, solo denotaba una política de estigmatización del subempleo en un país donde las oportunidades de trabajo decente cada vez son más escasas.
Es claro comprender que para el alcalde de la ciudad la siquiera oportunidad a los vendedores ambulantes de ganarse un espacio de manera ordenada es considerada un insulto. Ya se recibió a palos el llamado al diálogo con los comerciantes informales, ahora la amenaza de desbaratar cualquier intento de réplica del Registro Civil del sur, donde en sus afueras los informales se dieron sus anchas por, claro, esa no es zona regenerada.
Aunque este asunto aún no pasa de elucubraciones, la muestra fehaciente de que dentro de la retina citadina de Nebot no se visualiza la capacidad de gente pobre de superar con esfuerzo su condición de tal no está siquiera en Guayaquil, sino traspasa sus fronteras, llega hasta otros cantones.
Recuerdo entonces otro dato. Mientras regresaba a mi casa en Durán el pasado sábado, noté como en la explanada que queda al ingreso del cantón, donde todos los fines de semana, comerciantes de Pelileo (Riobamba) vienen a ofrecer sus afamados jeans a precios asequibles, habían sido retirados, la razón, un acuerdo interinstitucional entre los dos Municipios habían decidido construir ahí, ¿adivinen?, por supuesto, un parque.
La noticia me dejó ingratamente sorprendido. Hasta el momento la Bahía improvisada daba sus frutos sin causar molestias. Los comerciantes, en acto religioso, llegaban los viernes de noche en buses desde su cantón y organizaban carpas donde expedían sus productos. La gente se acercaba en masa a consumir y luego el domingo al caer la tarde, recogían, todo, limpiaban la explanada, y regresaban satisfechos a Pelileo.
La cosa funcionó hasta que Nebot metió sus fauces en el asunto. En cosas más importantes para el desarrollo de Durán, nunca movió un dedo, pero a la mínima oportunidad de arremeter contra los trabajadores informales ¿será una especie de fetiche? Lo hizo en santiamén. A pesar de la evidente organización de los comerciantes, su esfuerzo no fue suficiente. No entran en la lógica del Guayaquil de Nebot, que al parecer, el alcalde pretende patentizar en todo Guayas, hecho que dada la comprobada iniciativa y apertura de esta tierra al comercio y el negocio desde épocas coloniales, es completamente contraproducente.
La batalla por un reconocimiento de los derechos del ciudadano a ganarse la vida honradamente están subestimados en el puerto principal, por lo menos, hasta que dure esta administración municipal. Es en perspectiva general, un odio al progreso, de ese que tanto nombra el alcalde en sus ataques al Gobierno, pero que él mismo refila con su incapacidad de comprender por dónde inicia el verdadero desarrollo: dignidad y respeto.
La caída de Borrero
Hace 1 día
2 comentarios:
Inconcebible el afán que tiene la administración de Guayaquil por eliminar el comercio informal sea donde sea. Saludos y quizás le interese este video de un documental que estamos realizando http://www.youtube.com/watch?v=Jlxl0zRPNFw
Yitux, gracias por tu comentario. Me parece una decisión acertada producir un documneto audiovisual que demuestre el atropello y marginación que sufren los informales en la ciudad. te felicito por esa iniciativa. A lo mejor cuando este terminado me lo haces llegar y así hacerle entender a varios allegados que más importante es tener personas con un pan en la mesa ganado honradamente que las aceras limpias por tan solo 24 horas, y mejor aún, que se puede tener las dos cosas con tan solo un poco de sentido común. Saludos
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