Columnista invitado
Por: Montalvo XXI
Luego del abrumador apoyo a favor del cambio del caduco Estado ecuatoriano es hora de todos los ecuatorianos nos sentemos juntos a contribuir con propuestas para que -en democracia- se plasmen los postulados de la nueva Carta Magna y el país camine, por fin, hacia el
Por: Montalvo XXI
Luego del abrumador apoyo a favor del cambio del caduco Estado ecuatoriano es hora de todos los ecuatorianos nos sentemos juntos a contribuir con propuestas para que -en democracia- se plasmen los postulados de la nueva Carta Magna y el país camine, por fin, hacia el
anhelado Estado de Derecho.
Ese fue el llamado histórico que hizo el Presidente Rafael Correa la noche del pasado 28 de septiembre y de millones de ciudadanos progresistas a los grandes perdedores: la coalición Nebot-iglesia Católica-Prensa.
Para ello es hora de dejar atrás amarguras, resentimientos, odios, sectarismos y todas esas viejas prácticas politiqueras de quienes que auspiciaron -con mentiras y groseras prácticas- el No a la nueva Constitución, que en resumidas propicia la justicia social y condena el latrocinio de los tradicionales grupos de poder económico.
En primer lugar, el llamado al alcalde Jaime Nebot, quien se autodenomina “demócrata” y “luchador por las libertades”, quien deberá empezar por demostrar exactamente eso y aceptar que el país ya cambió hace rato.
La autoridad socialcristiana debe aceptar que el pueblo en los últimos años lo cercó electoralmente hasta reducirlo a tan solo un “líder” de un sector de los guayaquileños y del exclusivo sector de La Puntilla (Samborondón).
Al menos esa es la lectura de los comicios celebrados en el país en los últimos años, donde la tesis socialcristiana de Nebot (la que apoyó el feriado bancario) fue cediendo espacio hasta el punto de no tener adhesión ni siquiera en los vecinos cantones Durán y Daule, situados a poquísimos kilómetros de Guayaquil.
El ‘golpe de gracia’ se lo dio el referéndum del domingo, donde Guayaquil prácticamente registró un empate técnico (apenas 2 puntos de diferencia) entre quienes apoyaron el Sí y el No. Y no vengan a decir que el voto Nulo debe sumarle al No porque eso es inaceptable. Y para muestra pongo como ejemplo el caso de algunos conocidos incluso familiares que anularon su voto porque rechazaron en igual medida el discurso de Nebot como el de Correa.
Por eso sería tan cínico como deshonesto decir que la tesis de Correa ganó en Guayaquil si le sumo los votos nulos y de igual manera decir que Nebot ganó si le sumo los nulos.
Pero más allá de los números, el llamado a la reflexión es también a la jerarquía de la iglesia Católica. Ojala sus “altos” representantes estén dispuestos a sumarse al clamor popular de cambio. Honestamente existen dudas porque históricamente los “jerarcas religiosos” han estado a favor del materialismo y en contra de lo que Jesús vino a predicar hace 2.000 años: la solidaridad.
Ojalá esos clérigos aprendan de los verdaderos religiosos, aquellos considerados por la oligarquía como los de “abajo” (véase Padre Polo, Monseñor Luna Tobar y decenas de párrocos de poblados rurales ecuatorianos), quienes a lo largo de su vida dedicada al sacerdocio tomaron el camino correcto del evangelio: estar junto a los más oprimidos.
Ojalá que los extremistas religiosos no vuelvan a utilizar la fe del pueblo dando “misas campales” y más bien sumen sabiduría y fe para el desarrollo del pueblo.
Y finalmente el llamado a la autocrítica a la mal llamada prensa ‘independiente’, que se dedicó en los últimos meses a mentir descaradamente y a desorientar sobre el proyecto de constitución haciendo tabla rasa de los fundamentos de su existencia: la verdad y la orientación.
¿Podrán los autodenominados “dueños de la verdad” o “testaferros intelectuales” de la TV y las columnas de opinión de ciertos periódicos dejar las viejas prácticas de desinformación, similares a las que desencadenaron en el brutal golpe de estado de 1973 contra el presidente Salvador Allende y que propiciaron, además, sangrientas guerras civiles en países centroamericanos?
Ojalá entiendan que el reto del periodismo en este nuevo siglo es alejarse del poder estatal y de los grupos de poder económico y religioso. El día que eso ocurra sabremos que no estaremos ante un periodismo mediocre y podremos dejar atrás la utopía de una prensa independiente.
Para cumplir esa meta los empresarios-dueños de los medios de comunicación y los periodistas deberán acercarse a las comunidades, tragar polvo, hundirse en el lodo, sintonizarse con las demandas populares, involucrarse con los distintos actores de la sociedad y no caer en la facilista y caduca práctica de asumir las soluciones a los grandes problemas del país en una pírrica reunión, aplacando el frío del aire acondicionado con una caliente taza de café.
El día en que el político responsable trabaje por su gente, el sacerdote practique el verdadero evangelio y que la noticia positiva ocupe las primeras planas y los “sin voz” aparezcan como los grandes protagonistas podremos estar tranquilos porque ya no serán necesarios los llamados a la reflexión a los “grandes perdedores” porque significará que ya convivimos en una sociedad justa, tal como la soñaron políticos como Alfaro, religiosos como Monseñor Leonidas Proaño y periodistas como Eugenio Espejo y Juan Montalvo.
Ese fue el llamado histórico que hizo el Presidente Rafael Correa la noche del pasado 28 de septiembre y de millones de ciudadanos progresistas a los grandes perdedores: la coalición Nebot-iglesia Católica-Prensa.
Para ello es hora de dejar atrás amarguras, resentimientos, odios, sectarismos y todas esas viejas prácticas politiqueras de quienes que auspiciaron -con mentiras y groseras prácticas- el No a la nueva Constitución, que en resumidas propicia la justicia social y condena el latrocinio de los tradicionales grupos de poder económico.
En primer lugar, el llamado al alcalde Jaime Nebot, quien se autodenomina “demócrata” y “luchador por las libertades”, quien deberá empezar por demostrar exactamente eso y aceptar que el país ya cambió hace rato.
La autoridad socialcristiana debe aceptar que el pueblo en los últimos años lo cercó electoralmente hasta reducirlo a tan solo un “líder” de un sector de los guayaquileños y del exclusivo sector de La Puntilla (Samborondón).
Al menos esa es la lectura de los comicios celebrados en el país en los últimos años, donde la tesis socialcristiana de Nebot (la que apoyó el feriado bancario) fue cediendo espacio hasta el punto de no tener adhesión ni siquiera en los vecinos cantones Durán y Daule, situados a poquísimos kilómetros de Guayaquil.
El ‘golpe de gracia’ se lo dio el referéndum del domingo, donde Guayaquil prácticamente registró un empate técnico (apenas 2 puntos de diferencia) entre quienes apoyaron el Sí y el No. Y no vengan a decir que el voto Nulo debe sumarle al No porque eso es inaceptable. Y para muestra pongo como ejemplo el caso de algunos conocidos incluso familiares que anularon su voto porque rechazaron en igual medida el discurso de Nebot como el de Correa.
Por eso sería tan cínico como deshonesto decir que la tesis de Correa ganó en Guayaquil si le sumo los votos nulos y de igual manera decir que Nebot ganó si le sumo los nulos.
Pero más allá de los números, el llamado a la reflexión es también a la jerarquía de la iglesia Católica. Ojala sus “altos” representantes estén dispuestos a sumarse al clamor popular de cambio. Honestamente existen dudas porque históricamente los “jerarcas religiosos” han estado a favor del materialismo y en contra de lo que Jesús vino a predicar hace 2.000 años: la solidaridad.
Ojalá esos clérigos aprendan de los verdaderos religiosos, aquellos considerados por la oligarquía como los de “abajo” (véase Padre Polo, Monseñor Luna Tobar y decenas de párrocos de poblados rurales ecuatorianos), quienes a lo largo de su vida dedicada al sacerdocio tomaron el camino correcto del evangelio: estar junto a los más oprimidos.
Ojalá que los extremistas religiosos no vuelvan a utilizar la fe del pueblo dando “misas campales” y más bien sumen sabiduría y fe para el desarrollo del pueblo.
Y finalmente el llamado a la autocrítica a la mal llamada prensa ‘independiente’, que se dedicó en los últimos meses a mentir descaradamente y a desorientar sobre el proyecto de constitución haciendo tabla rasa de los fundamentos de su existencia: la verdad y la orientación.
¿Podrán los autodenominados “dueños de la verdad” o “testaferros intelectuales” de la TV y las columnas de opinión de ciertos periódicos dejar las viejas prácticas de desinformación, similares a las que desencadenaron en el brutal golpe de estado de 1973 contra el presidente Salvador Allende y que propiciaron, además, sangrientas guerras civiles en países centroamericanos?
Ojalá entiendan que el reto del periodismo en este nuevo siglo es alejarse del poder estatal y de los grupos de poder económico y religioso. El día que eso ocurra sabremos que no estaremos ante un periodismo mediocre y podremos dejar atrás la utopía de una prensa independiente.
Para cumplir esa meta los empresarios-dueños de los medios de comunicación y los periodistas deberán acercarse a las comunidades, tragar polvo, hundirse en el lodo, sintonizarse con las demandas populares, involucrarse con los distintos actores de la sociedad y no caer en la facilista y caduca práctica de asumir las soluciones a los grandes problemas del país en una pírrica reunión, aplacando el frío del aire acondicionado con una caliente taza de café.
El día en que el político responsable trabaje por su gente, el sacerdote practique el verdadero evangelio y que la noticia positiva ocupe las primeras planas y los “sin voz” aparezcan como los grandes protagonistas podremos estar tranquilos porque ya no serán necesarios los llamados a la reflexión a los “grandes perdedores” porque significará que ya convivimos en una sociedad justa, tal como la soñaron políticos como Alfaro, religiosos como Monseñor Leonidas Proaño y periodistas como Eugenio Espejo y Juan Montalvo.
1 comentarios:
Buen post. Felicitaciones
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