Por: Ángel Largo M.Cuando el genial Homero quiso describir en sus obras el poder de los Dioses del Olimpo, nunca imaginó que existiría en la tierra un lugar donde lo irreal se vuelve cierto y no tiene límites, las apoteósicas mecas del entretenimiento mundial: Hollywood y las disqueras.
Hace décadas, los Campos Eliseos de Los Ángeles y el Monte Olimpo de la televisión pagada, resguardan bajo su ajuar sagrado a decenas y decenas de “Dioses mediáticos”, a quienes ninguna de las normas o conflictos patéticos que ofuscan a los simples mortales pueden causarles daño, ni siquiera un rasguño.
Entonces cómo se explica que todas las bajas pasiones de los de carne y hueso, a las cuales la Iglesia Santa (promovedora y ejecutora de las sanas costumbres) condena y baja el pulgar, son de uso exclusivo de los “Iluminados”, esos seres mitológicos que se pavonean impolutos bajo su estrella del paseo de la fama.
Son seres alados, de un aura que cautiva. Impredecibles, incontrolables. Caen y se levantan, pero a diferencia de Zeus, Ares, Hades o Atenea, las nuevas deidades aman, ríen, lloran, aseguran su cuerpo, mueren. La era del trueno regresó, pero con nuevas deidades como Britney Spears, Michael Jackson o Amy Winehouses.
Al parecer, la antigua Grecia y Roma vive en los corazones ardientes de los famosos. Día tras día, enseñan a sus fieles su magnificencia a través de las zonas rosas de los médiums: Consumo desproporcionado de drogas, homosexualidad, bisexualidad, abuso de menores, violencia familiar, divorcios al por mayor, delitos contra el fisco, sectarismo y otros tantos títulos de éxito en la taquilla o discos de platino.
Pero en cambio, mirando de nuevo hacia los dominios de Prometeo, ¡Hay de ti humano miserable¡ si osas levantar la mirada ante “las sanas y buenas costumbres” de nuestra sociedad, y proferir a viva voz: Este cuerpo es mío. Porque en tu calidad de simple mortal, de hombre y mujer que sobrevive en la vida, caerá sobre ti todo el peso de la ley sagrada, y serás vilipendiado, desahuciado, ignorado y marginado por los “bien”, esa que va la Iglesia, se santigua, comulga y ama al prójimo.
¡Hipócritas!. Porque cuando ven a alguien que ha “caído en desgracia” por salir del molde de lo “normal” le escupen en la cara, y lo condenan tal cancerberos al fuego eterno, pero mientras se encargan de denigrar a un grupo minúsculo e inolvidable, siguen comprando en los mall los discos de sus artistas favoritos, los idolatran y aplauden, sin importarles el excremento en que se ha convertido su estilo de vida regado por la fama.
Porque el pecado es terrenal, y nadie acusa con el dedo a Britney Spears, Michael Jackson o Amy Winehouses por sodomitas y gomorritas. Ellos no son de este planeta, sus altares de millones de dólares, discos vendidos y obras de caridad los aleja del confesionario y los levanta ante el mundo por encima del bien y del mal.
Al parecer, las palabras de la profetiza Shakira se ha cumplido. “No queda más remedio que adorar Michael Jackson, a Bil Clinton o Tarzán”.Sumen a Britney a la lista…
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