Un "demo" de democracia


Por: Ángel Largo M.

Los desbarajustes de nuestro sistema político en los últimos diez años y el proceso de transición que promueve el actual Gobierno, tildado por algunos intelectuales criollos de derecha como “autoritario”, hacen creer que la democracia en Ecuador está decadencia. Si bien es cierto que la palabra le queda grande a la minoría burguesa que por décadas maniató la “representatividad” del pueblo, los orígenes del desgaste secuencial de la premisa “del pueblo, para el pueblo y por el pueblo” tienen raíces más profundas que el cambio de presidentes o Constitución, sino en la misma concepción del régimen capitalista.

No solo cuando un gobernante trasgrede el marco jurídico del Estado la figura democrática se parte en dos y se convierte en dictadura. También el uso a conveniencia de la Constitución y su interpretación parcializada destruye la sintonía de la ciudadanía con el Gobierno. Pero en marcos generales, estas dos situaciones son tan solo una “raya más al tigre” al socavado concepto nacido en Atenas.

La teoría es sencilla. David Schweickart, economista socialista estadounidense, creador del Socialismo de Mercado, afirma que la democracia es incompatible con el capitalismo, y lo basa en tres definiciones. 1) En democracia, el sufragio es universal entre adultos, 2) Ese electorado está razonadamente bien informado acerca de los asuntos que se van a decidir en el proceso político y activos a la hora de contribuir con la resolución y 3) No existe minoría alguna que sea privilegiada.

El tercer requisito es el centro de la polémica. Para nadie es secreto que en una economía de libre mercado todo trabajo: material, inmaterial o intelectual significa un gasto o inversión, y la política no es la excepción. Para realizar una buena campaña electoral y ganar una elección, los expertos en Marketing Político son tajantes: si no tiene los verdes, pierde su tiempo.

Justamente, la financiación de campañas es el primer eslabón que priva a la multitud de una democracia representativa, peor participativa. Grupos empresariales locales, transnacionales y la banca privada son los principales aportantes de los aspirantes a servidores públicos, y claro, antes de entregar los recursos, deben estar seguros que ya en el poder serán bien recompensados.

El segundo peldaño es el impacto mediático de las “fundaciones privadas”. Grupos o instituciones de corte conservador financiados por fuertes grupos capitalistas de extrema derecha que riegan a sus “expertos” por todo el mundo para que difundan los intereses neoliberales con argumentos que los identifiquen como “interés general”. Un ejemplo palpable de la ideologización de la mal llamada opinión pública es el Cato Institute, fundación cuya representante en Ecuador difunde sus ideas “liberales” con desparpajo en un diario de gran circulación.

De esta se deriva la tercera injerencia, los “mass media”. El dominio de la opinión pública que ejercen los medios de comunicación a través de la difusión del miedo, los convierte en parte esencial de la garantía del predominio de esa minoría privilegiada, que con sus anuncios publicitarios mantienen vivo el trabajo periodístico parcializado.

Si nos damos cuenta, el análisis anterior traduce el término democracia a una especie de utopía. Para Schweickart, este fenómeno tiene otra denominación: poliarquía, que no es dictadura ni democracia, sino un sistema en el cual un pequeño grupo, los poseedores del capital, realmente gobierna. Si a este control de decisión se le suma el componente de la huelga de inversiones, arma letal para desenchufar a los gobiernos progresistas, el círculo está cerrado.

Bajo esta sombría figura, lo que sí queda claro es que no existe forma de revertir el poder de esta minoría si no se rompe las cadenas del capitalismo salvaje o por lo menos se perfora sus bases. Sin la acción colectiva de la sociedad, la multitud que levanta su brazo a través de la cooperación y autocontrol de los medios de producción y reproducción, la creatividad de las personas para hacer frente al sistema gobernante, seguiremos viviendo un “demo” de democracia, es decir, tan solo una muestra “virtual” de ella, pero muy alejada de cómo se maneja en realidad el sistema de gobierno dentro de los Estados-nación actuales.

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