Por: Ángel Largo Méndez
Soy espejo y me reflejo en tu cara de pendejo!!! . Frase célebre de la época de la chiquilinada. Escucharla hace poco de los labios de mi hermano de 12 años me trajo las sombras de un pasado feliz, donde los juegos de niños y las primeras “burradas” (me refiero a la conocida edad del burro) dejaban perlas como esa en el aire, que rebotaban en las orejas de los grandes como gritos de terror.
Aunque la repetí muchas veces en medio de acaloradas discusiones por unas cinco canicas, ahora descubro que esa metáfora burlona es completamente aplicable a decenas de conceptos de la vida, entre ellos, la política. Sí, así es, no estoy loco. Solo es cuestión de reemplazar los sustantivos: el espejo (la historia), el reflejo (la coyuntura) y el pendejo, pues, habemos algunos…
La analogía es simple. Propongo un recuento de acontecimientos pasados, antes de que Ecuador sea Ecuador, y comparamos su reflejo durante la llamada Revolución Ciudadana. Veremos que más allá de coincidencias o suspicacias, el legado histórico es materia fundamental del análisis presente, y sin memoria, los “sabidos” nos pueden hacer una mala pasada.
Ayer: En el estado Colonial, gracias a una concesión del Papa, La Iglesia Católica recibió el derecho llamado Patronato sobre la iglesia americana. De este modo comenzó a mediado del siglo XVII una forma de burocracia eclesiástica, que no solo tenía a su cargo la tarea de evangelización de las masas, sino de imponer su cosmovisión de Cristiandad como horizonte ideológico, a la vez que fue adquiriendo mayor poder económico, hasta transformarse el primer terrateniente de la Audiencia de Quito.
Hoy: Pese a la separación del Estado de la Iglesia luego de la Revolución Liberal, la cúpula sagrada, ex latifundista, nunca soltó las riendas del control ideológico y económico, poder demostrado en la férrea crítica al proyecto de nueva Constitución. Antes de que se genere una nueva Revolución histórica que afecte sus intereses, revive el Patronato dando cátedra de derecho constitucional en los púlpitos, ejerciendo una catequesis partidista y jugando con la moral “aprendida” por el pueblo. Ya sin tierras pero con muchos bonos global, la Iglesia vuelve a hacer gala de sus dotes de “evangelizadores-colonizadores”.
Ayer: Durante la segunda década del siglo XIX, los impulsos autonomistas fueron madurando en Guayaquil. Los notables guayaquileños, Olmedo, Febres-Cordero, Roca, Ximena, entre otros, criollos terratenientes y cacaoteros, proclamaron su independencia el 9 de octubre del 1820, con la ayuda militar de Simón Bolívar. Pero luego, estos últimos se negaron a integrar la Gran Colombia, posibilidad que entorpecía sus intereses económicos particulares, debido al auge comercial que su cacao ganaría al vincularse con Lima. Al final, la fuerza militar convenció a los protagonistas de la Aurora Gloriosa.
Hoy: Los notables guayaquileños, liderados ahora por la bancada socialcristiana, buscan promover nuevamente su autonomía “al andar”. Sin embargo, los valores que defiende el Cabildo Porteño y su noble caballero, no ha cambiado pese a los siglos. Una autonomía a la carta, desconociendo pronunciamientos de la población (cuando se voto por autonomía, era de Guayas, no solo Guayaquil), y defendiendo intereses económicos como las concebidas concesiones, fundaciones y corporaciones, que forman la nueva “pepa de oro” para los burgueses costeños, siguen siendo las verdaderas razones para mantener a la ciudad, como siempre, aislada de la integración nacional o regional. Ahora se planea desconocer la nueva Constitución.
Ayer: Luego de la desilusión de la Gran Colombia. A mediados de 1830, los notables de Familia y notables de Quito resolvieron constituir un estado libre e independiente con los pueblos del distrito sur. Nacía el Ecuador, pero marcado por la profundización de las tendencias regionales. Quito, Guayaquil y Cuenca mantenían precarias y casi inexistentes relaciones entre sí, sin ni siquiera un mercado que los articulara de manera continua. Así, nace un Estado débil, lleno de contradicciones sociales y poca participación entre sus referentes metropolitanos.
Hoy: Se vive la refundación de un nuevo país con la aprobación de una nueva Carta Magna, que se vende como el futuro y esperanza de los ecuatorianos. Pero los resentimientos entre regiones parecen no desaparecer, peor aún, se acrecientan más. En las últimas elecciones en Guayaquil el No fue la opción ganadora mientras el resto del país se fue por Si. Así, vuelve a surgir un Estado débil, donde sus principales metrópolis están distanciadas económica e ideológicamente, dejando la identidad del Ecuador en un simple simbolismo de razones geodésicas.
Espejos y reflejos, historia y presente, cuentos y fábulas. Los años pasan pero las malas mañas no. El autoritarismo, egocentrismo y magnificencia de los seudos líderes de antaño resurgen con caras nuevas y otros mercados, pero la esencia lo mismo, que pena que la memoria colectiva ecuatoriana anda pésima, y no los ubica en el tiempo-espacio. La coyuntura actual es el resultado de un proceso histórico-político, que es marca registrada del país, y revive en cada elección gritando a fuerte voz: Soy espejo y me reflejo…. Esta vez no nos dejemos ver la cara.
Fuentes: Breve resumen de Historia del Ecuador/Enrique Ayala Mora Año: 2002
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