Los que no pudieron ser

Una gran parte de los seres de esta tierra viven quejándose de lo que nunca pudieron ser, de lo que jamás creyeron lograr, de lo poco que lograron vivir. Una lista interminable de pretextos lastimeros como: a lo mejor sí, quizás era, y si hacía eso, si la llamaba ese día, no era para mí, y de qué iba a vivir, chévere pero no da para comer, era solo un sueño, que se repite como epitafio de la muerte de ilusiones incomprendidas.

Lamentarse no cura el daño causado consigo mismo. Esa llaga espiritual carcomida con la desidia de años y años, mientras la rutina destrozaba los deseos de un alma que algún día se pensó libre, es inmortal e inconsecuente, nos persigue hasta el fin, somete a la conciencia, se burla del corazón, te arrastra hacia el olvido.

Antes de formar parte del club del despecho mundial, cada ser vivo tiene la ventaja de conocer su cruel destino. El fracaso no es casual, está presente y está esperando. No respeta razas, colores, gustos ni olores, abre sus fauces absorbiendo a lo que se mueva a su alrededor, aunque para llegar hasta ahí depende de la maratónica carrera del hombre hasta el descenso, la invisibilidad del ego.

Entonces intercambiar dos segundos de decisión por una infinita amargura no tiene comparación. Atreverse a arriesgarse, a inventar nuevos retos, a jugar para ganar, a vivir para vivir, es la otra opción, la que pocos escogen, la que tanto miedo crea. ¿Sueños son solo sueños? Para el ser humano cuadrado, es así, no hay más allá de sus vértices, pero cada cierto tiempo, una excepción a la regla se hace presente.

Los que nunca pudieron ser no comprenden al hombre nuevo por que no lo ven, no puedes ver lo que no crees. Talvez su solo presencia sea excusa para una queja más, un ápice a u extensa y larga lista de sinsabores, de pensamientos subterráneos, de palabras no pronunciadas. Los quejumbrosos no vislumbras la luz de de las bellotas, el cielo del fuego eterno. Aborrecen su ser y todo lo que no es paupérrimo como ellos, ya que para su conciencia, a la sombra del desgano, todo el mundo se refresca.

Así que no es cuestión de gustos o de moda, tampoco algún genoma que se niega a resplandecer. La aurora de victoria reclama cada esfuerzo, sudor y lágrimas de tesón, de valentía, decisión y pundonor, y de tenerlas bien puestas a la hora te tomar una decisión. Las quejas son para los que sirven, los que se dejan, los que no buscan y tampoco encuentran, y si gran parte de este mundo se está quejando, no quiere decir que su llanto sea la marca de tu destino.

1 comentarios:

Fernando dijo...

El Hombre Nuevo puede quejarse pero no se queda en eso, Vive con el Testimonio a flor de piel, es luchador, es un enamorado de la Verdad y la Justicia. Hace la Revolución por Amor, amor a la humanidad, no al dinero ni al poder, no es un híbrido, un oportunista,..., muchas de las cosas de las que carece la RC que acabó engullendoce los últimos vestigios de resistencia; ahora nos toca volver, cual Sisifos, a empujar la roca de la izquierda con la dulzura que solo el Amor da a los esfuerzos de millares de hombres honestos que si quieren Revolución.