El visionario Gerald Cohen, fallecido meses atrás, explicaba en su obra “Vuelta a principios socialistas” las principales causas de las crisis de la izquierda a nivel global. Un apelativo que para muchos puede parecer contraproducente, dada la gran cantidad de régimenes con esa tendencia en la región. Sin embargo, la teoría del intelectual no se forjaba en los simples resultados electorales, sino en la adecuación de un discurso, gastado, cansado y mal visto ante un panorama mundial regido por normas neoliberales.
Cohen afirmaba que la crisis real de la izquierda era el abandono del ideario, y además, la falsa concepción de la relación de principios y proyectos que ha llevado a pensar que, puesto que los principios no daban respuesta para todo, no servían: “La utilidad de la teoría no consiste en producir un proyecto social completo. Las cosas no funcionan así. La política es una lucha sin fin y la teoría sirve como arma en esa lucha en tanto que ofrece una caracterización de su dirección y del propósito que la orienta”.
El Gobierno parece haber entendido este razonamiento, a lo mejor como producto de la praxis del poder o talvez con una lectura minuciosa. Para llegar a ser el primer presidente reelecto desde la llegada a la democracia, instaurar una Asamblea Nacional Constituyente, tener en contra a todos los grupos de poder económico y fáctico, y ensamblar disputas entre mismos órganos de izquierda, es claro que su accionar se ha movido entre dos alas marcadas: la identidad teórica socialista y el pragmatismo político del tercer milenio.
Cada acción progresista encauzada por el régimen, es acompañada, en buena parte, por una imposición política que genera poco debate, como producto de una gran representación oficialista en el poder Legislativo. Lo que molesta a los educadores, estudiantes universitarios e indígenas, no es la activación de propuestas en temas ignorados por la derecha por décadas: reformas a la educación, ley de aguas, ley de comunicación. Sino la absoluta convicción del Gobierno de tener la respuesta ideal para todo eso.
Ahí, en los límites de la participación ciudadana en decisiones de poder, es cuando se desmarca el Gobierno de las teorías socialistas y da paso a un pragmatismo que raya en ocasiones en yoísmo. No es que de por sentado que las creencias ideológicas no son suficientes para impulsar proyectos sociales, pero está consciente de la necesidad de implementar un mecanismo enérgico que formule resultados rápidos y concretos. A diferencia de la oposición, también de izquierda, el presidente y su equipo ha comprendido que no toda la receta esta en los manuales de Hannaker, y que la ingeniería política de un Estado se renueva constantemente.
La UNE, la FEUE, y la CONAIE, activos contradictores actuales del régimen, continúan en la posición de que el ideario es inamovible e inalterable. Correa aplica la lógica en diversos temas cuando la situación lo amerite. Por lo tanto es imperante para los intereses de la línea izquierdista del país, sea cual sea, mantener el concepto claro como pide Cohen, pero no cerrarse a nuevas opciones de aplicación y ejecución, porque vuelvo y repito “la teoría no consiste en producir un proyecto social completo. Las cosas no funcionan así. La política es una lucha sin fin…”
Los retratos de 1845
Hace 1 semana
2 comentarios:
Esto es precisamente lo que ha olvidado el pragmatismo de ¿izquierda? de los nuevos ricos: "La política es una lucha sin fin y la teoría sirve como arma en esa lucha en tanto que ofrece una caracterización de su dirección y del propósito que la orienta”.
La teoría caracteriza la dirección y el propósito que la orienta ¿quo vadis Correa? ¿A darle el beso al movimiento popular? ¿A inclinarte ante pelucolandia (Ley Minera, Ley de Aguas,...)?
¿O será que allá misnmo quiere ir y los que no le entendemos somos los otros?
Me parece una visión lógica y coherente. Está claro que el gobierno actual, toma decisiones en función de un principio ideológico, llevando su "revolución" (cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato) a cada rincón del país, y se aplica para todos, independiente si durante este proceso, se afectan los aliados o los opositores. Esto demuestra que no existe un "interés electoral" (de hecho, no habrán elecciones hasta algunos años más), ni deseos de perpetuarse en el poder, sino más bien una intención clara de cambiar al país, "para bien" (de acuerdo a la visión del gobierno).
En mi opinión, la intención es buena, pero falla la forma de lograr estos cambios. Pienso que los agentes de cambio (gobierno) debería ser más inteligente, en decisiones de estado, el fin es tan importante como los medios.
Al día de hoy tenemos un indígena muerto, en circuntancias aún por aclarar, pero nos da una idea de lo que se está haciendo mal... (es de escribirse un post de esto no?)
"la mejor batalla es aquella que se gana sin haber luchado"
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