Señores, la web es otra cosa

0 comentarios febrero 25, 2010

Facebook, Twitter, My Space y una infinidad de blogs personalizados superan, hoy por hoy, las preferencias de lectura de miles de personas frente a los medios tradicionales. Ya quisiera cualquier periódico a nivel nacional tener cerca de 600 mil lectores diarios (cantidad de usuarios del Cara de libro en el Ecuador), o los noticieros de horario estelar el rating del Face en horarios de tráfico pico en Internet (de 18h00 a 20h00).

La nueva tendencia no se produce por la calidad de información, contenido o diseño. Simplemente, por la capacidad que nos entregan las redes sociales de ser gestores de la propia comunicación, de una retro alimentación que no termina en el lector, sino que comienza con él. Miles de personas se interconectan en una interfaz gráfica donde ellos son los protagonistas de las historias, sucesos, anécdotas, con la capacidad de compartir un retrato de su vida en el espacio mediático de la www , y lo mejor de todo, sujeto a restricciones que uno mismo se impone.

Implantado este nuevo sistema informativo, la conversión de los medios tradicionales hacia el espacio virtual se vuelve imprescindible de acuerdo a la lógica de la globalización. De receptores de datos a productores, los cibernautas han desecho los conceptos básicos de la comunicación pública que emerge cada vez como un espacio más amplio, diverso e ilimitado, nivel al cual los medios de comunicación de antaño también buscan emular.

Pero ¿Hasta que punto una estructura empresarial rígida como los medios tradicionales pueden ubicarse en el nicho gratuito de la web? Con la aparición de los periódicos virtuales, Reproducir procesos de compra y venta de información en un sitio donde la misma circula libre de impuestos y capital no es tarea fácil. Muchos periódicos como el New York Times que intentaron cobrar por las lecturas de su página web tuvieron que deshabilitar el sistema ante la negativa de los usuarios por pagar algo que encuentran sin costo en otro portal.

Sin embargo, en lo referente a las redes sociales la conversión funcionó de mejor forma. Canales de noticias como CNN en español tienen un gran impacto en sus fieles seguidores con la información actualizada al instante en su página de Facebook, donde se permite la interacción total del usuario hasta con lis mismos presentadores del informativo.

Pero dentro del accionar de una red social existe otro impedimento para la fusión total con los mass media: la ambigüedad de lo privado-público. Muchos medios tradicionales están intentando delimitar el accionar de sus periodistas en sus propias páginas personales, como es el caso del Washington Post, cuya guía para la conducta de sus redactores les exige abstenerse de escribir, tuitear o postear cualquier cosa, -incluyendo fotografías o vídeo- que pueda ser percibido como un reflejo de políticas, prejuicios raciales, sexistas, religiosos o de otro tipo o favoritismos que podrían utilizarse para dañar nuestra credibilidad periodística.

¿Acciones como la del Post protegen el trabajo periodístico o buscan reglamentar el yo del periodista? Fuera de la imparcialidad o pluralidad del comunicador al escribir la nota ¿está llamado a perder su espontaneidad y subjetividad hasta en espacios de libre creación? Un bloguero como yo no concibo eso, y no creo que tampoco ningún usuario del Hi5 que sabe cómo, cuando y de que forma publica lo que publica.
Síntomas como este, prestos para el debate, deben contener una premisa básica: las redes sociales nacieron libres, y no pueden ser reconstruidas en el proceso, algo que los medios privados y públicos deben llegar a entender antes de infiltrarse por completo en los canales de la información sin condicionamientos.
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La idea es sumar, no restar

0 comentarios febrero 09, 2010


Para el proceso de reproducción e información de las opiniones sociales hay una máxima que me parece trascendental: La verdad es la suma de muchas verdades. Independiente siempre de la ideología, apego o cultura del individuo, la base del criterio colectivo no puede ni debe obviar jamás ninguna aportación por mas inverosímil que parezca.

Contraria a esta aproximación teórica, están los medios de comunicación privados. Ubicar en el imaginario social el concepto de que la versión parcial de la realidad que publican es un irrefutable ejercicio de opinión pública distorsiona de por si la visión objetiva que el ciudadano tiene de si mismo. El animal social no existe sin la replicación de su semejante y viceversa, en una retroalimentación que los mass media utilizan de forma casi nula. Es la opinión publicada la que manda, una dimensión ficticia de lo real.

Justamente, para contrarrestar esa ilusión colectiva es que surgen los medios públicos. La elaboración de informativos con fondos nacionales intenta hacer aplicable el concepto inicial de la suma de verdades, En el país, la aparición de medios estatales sugirió el retorno a la premisa universal del manejo público de la información, cuya meta es la participación activa del ciudadano en la elaboración, crítica y análisis de la noticia, sin encasillar la información en el mero acto de la reproducción de los hechos, sino llevándolo a niveles de debates conceptuales, discusiones en foros públicos, y respuestas a los problemas desde lo cotidiano. El ciudadano-reportero es el objetivo.

Sin embargo, la decisión del Ejecutivo de utilizar parte de la maquinaria del Telégrafo para armar un periódico de corte popular pro Gobierno, retorna la propuesta a la sobrevalorada opinión publicada. Igual que los medios privados, se busca que los lectores asuman subjetivizaciones de hechos concretos como verdades comprobadas y aprobadas por el colectivo, sin comprender que más allá de una porción calculada de la realidad no es, y por lo contrario, sugiere posiciones particulares que someten el designio mayoritario a la verdad de unos pocos.

Empresarios o gobierno, la entelequia es inevitable, y la distorsión de lo que intenta reproducir un medio público irremediable. La suma de verdades se divide nuevamente dejando al consumidor de la información en la necesidad de alimentarse de cada una, para saborear tan solo retazos del hecho real. Es restar espacio a la propuesta inicial. Si ya de por si la utopía de una efectiva opinión pública entendida como el conjunto de un todo era ya una epopeya, la intromisión del Ejecutivo en la labor periodística del diario público podría empantanar lo ya recorrido.

¿Hay necesidad de mezclar lo uno con lo otro? No lo creo. El espacio informativo del Gobierno es parte de la verdad y debe ser respetada, así como la esfera privada tiene su nicho. Aquí lo único contraproducente es restar cancha al desarrollo del periodismo ciudadano, el cual se diluye entre la torcida de los dos bandos, y puede fracasar en el intento de reconstruir la verdad colectiva. La de todos, o por lo menos, la gran mayorí.a
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Porque así somos

9 comentarios febrero 02, 2010
Una nueva marcha se cocina en Guayaquil. Como ya es casi costumbre, los madera de guerrero saldremos a las calles para defender una vez más nuestro derecho a ser únicos, diferentes, autónomos, independientes, y especiales.

Únicos, porque somos la única ciudad donde la voluntad de un hombre se asume como verdad irrestricta e irrefutable. Jaime Nebot no solo es el alcalde de la ciudad, es la voz de la ciudad. Cualquier murmullo fuera de de sus canales es desautorizada y tildada de anti-guayaquileño. Así como el presidente tiene a sus ex amigos que lo apuñalan por la espalda, así también el alcalde desgreña a cualquiera que ose tener una idea distinta de lo que el imagina por Guayaquil.

Diferentes, porque nos enseñaron a vernos así. Con mucha identidad guayaca pero poca visión de país, salvo en los partidos de la selección. Azul y celeste, Barcelona y Emelec, el 9 de octubre, el arroz con menestra, son insignias del orgullo de un pueblo aguerrido. El cual, sin embargo, pareciera que vive atado y anclado a repercusiones de tierras ajenas. Desde la Colonia, nos impusieron la tricolor, la batalla de Pichincha, la Liga y el cuy asado.

Autónomos, porque se escucha bonito, aunque no entendemos de que se trata. La autonomía al andar que prometió Nebot parece que se perdió en el camino. Lo que vivimos en la urbe es una auto- no – mía. No hay espacios para reclamar, ni para criticar, ni para participar. Seguimos dependiendo no solo del estado, sino de la última y única voz (véase párrafo 2) y mientras las cosas siguen así, trasgredimos directamente el significado de la palabra que receta el diccionario.

Independientes, porque el eslogan del escudo así lo dice. Nada más. Guayaquil fue, es y parece que seguirá, siendo dependiente de los socialcristianos. Una ciudad que es regida tantos años por los dictámenes de un solo partido político o ideología, va perdiendo sus espacios demócratas lentamente. Ya los cupos para la charla son escasos, sino te sometes a los designios preestablecidos te pegan un trompón, o sino pregúntele a Villacreses. ¿Queremos un reflejo de Correa en el poder por 20 años? Miremos el espejo de nuestro concejo municipal.

Especiales, porque no hay otro calificativo. ¿Quién nos ha dicho que somos o merecemos más que el resto? ¿Acaso nuestro status u orgullo nos impide ver más allá de la lógica colectiva y solidaridad? Los recursos destinados para Guayaquil son y siempre han sido justos, pero por la pantomima política, ahora nos están robando.

La redistribución de fondos para cantones pobres y excluidos ha desatado la furia huancavilca nuevamente. Y tiene sentido, porque si nos vendieron la idea de que somos únicos, diferentes, autónomos, independientes y especiales, para qué vamos a estar solucionando problemas ajenos. Es maximizar los sentimientos yoístas y vacilar ante la propuesta comunitaria. Así fuimos criados, así entendemos el mundo.

Este 11 de febrero, antes de salir a marchar, recoge tu bandera y amarra tu cintillo. Pero te recomiendo algo adicional. Revisa tus creencias. No permitamos que la ilusión de superioridad nuble nuestra mente y corazón. Iniciemos por casa y comparemos lo que nos dicen a lo que hace. Talvez pedir una respuesta de cómo se gasta el dinero que reclamamos, puede ser un punto de partida.
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