Señores, la web es otra cosa


Facebook, Twitter, My Space y una infinidad de blogs personalizados superan, hoy por hoy, las preferencias de lectura de miles de personas frente a los medios tradicionales. Ya quisiera cualquier periódico a nivel nacional tener cerca de 600 mil lectores diarios (cantidad de usuarios del Cara de libro en el Ecuador), o los noticieros de horario estelar el rating del Face en horarios de tráfico pico en Internet (de 18h00 a 20h00).

La nueva tendencia no se produce por la calidad de información, contenido o diseño. Simplemente, por la capacidad que nos entregan las redes sociales de ser gestores de la propia comunicación, de una retro alimentación que no termina en el lector, sino que comienza con él. Miles de personas se interconectan en una interfaz gráfica donde ellos son los protagonistas de las historias, sucesos, anécdotas, con la capacidad de compartir un retrato de su vida en el espacio mediático de la www , y lo mejor de todo, sujeto a restricciones que uno mismo se impone.

Implantado este nuevo sistema informativo, la conversión de los medios tradicionales hacia el espacio virtual se vuelve imprescindible de acuerdo a la lógica de la globalización. De receptores de datos a productores, los cibernautas han desecho los conceptos básicos de la comunicación pública que emerge cada vez como un espacio más amplio, diverso e ilimitado, nivel al cual los medios de comunicación de antaño también buscan emular.

Pero ¿Hasta que punto una estructura empresarial rígida como los medios tradicionales pueden ubicarse en el nicho gratuito de la web? Con la aparición de los periódicos virtuales, Reproducir procesos de compra y venta de información en un sitio donde la misma circula libre de impuestos y capital no es tarea fácil. Muchos periódicos como el New York Times que intentaron cobrar por las lecturas de su página web tuvieron que deshabilitar el sistema ante la negativa de los usuarios por pagar algo que encuentran sin costo en otro portal.

Sin embargo, en lo referente a las redes sociales la conversión funcionó de mejor forma. Canales de noticias como CNN en español tienen un gran impacto en sus fieles seguidores con la información actualizada al instante en su página de Facebook, donde se permite la interacción total del usuario hasta con lis mismos presentadores del informativo.

Pero dentro del accionar de una red social existe otro impedimento para la fusión total con los mass media: la ambigüedad de lo privado-público. Muchos medios tradicionales están intentando delimitar el accionar de sus periodistas en sus propias páginas personales, como es el caso del Washington Post, cuya guía para la conducta de sus redactores les exige abstenerse de escribir, tuitear o postear cualquier cosa, -incluyendo fotografías o vídeo- que pueda ser percibido como un reflejo de políticas, prejuicios raciales, sexistas, religiosos o de otro tipo o favoritismos que podrían utilizarse para dañar nuestra credibilidad periodística.

¿Acciones como la del Post protegen el trabajo periodístico o buscan reglamentar el yo del periodista? Fuera de la imparcialidad o pluralidad del comunicador al escribir la nota ¿está llamado a perder su espontaneidad y subjetividad hasta en espacios de libre creación? Un bloguero como yo no concibo eso, y no creo que tampoco ningún usuario del Hi5 que sabe cómo, cuando y de que forma publica lo que publica.
Síntomas como este, prestos para el debate, deben contener una premisa básica: las redes sociales nacieron libres, y no pueden ser reconstruidas en el proceso, algo que los medios privados y públicos deben llegar a entender antes de infiltrarse por completo en los canales de la información sin condicionamientos.

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