La idea es sumar, no restar



Para el proceso de reproducción e información de las opiniones sociales hay una máxima que me parece trascendental: La verdad es la suma de muchas verdades. Independiente siempre de la ideología, apego o cultura del individuo, la base del criterio colectivo no puede ni debe obviar jamás ninguna aportación por mas inverosímil que parezca.

Contraria a esta aproximación teórica, están los medios de comunicación privados. Ubicar en el imaginario social el concepto de que la versión parcial de la realidad que publican es un irrefutable ejercicio de opinión pública distorsiona de por si la visión objetiva que el ciudadano tiene de si mismo. El animal social no existe sin la replicación de su semejante y viceversa, en una retroalimentación que los mass media utilizan de forma casi nula. Es la opinión publicada la que manda, una dimensión ficticia de lo real.

Justamente, para contrarrestar esa ilusión colectiva es que surgen los medios públicos. La elaboración de informativos con fondos nacionales intenta hacer aplicable el concepto inicial de la suma de verdades, En el país, la aparición de medios estatales sugirió el retorno a la premisa universal del manejo público de la información, cuya meta es la participación activa del ciudadano en la elaboración, crítica y análisis de la noticia, sin encasillar la información en el mero acto de la reproducción de los hechos, sino llevándolo a niveles de debates conceptuales, discusiones en foros públicos, y respuestas a los problemas desde lo cotidiano. El ciudadano-reportero es el objetivo.

Sin embargo, la decisión del Ejecutivo de utilizar parte de la maquinaria del Telégrafo para armar un periódico de corte popular pro Gobierno, retorna la propuesta a la sobrevalorada opinión publicada. Igual que los medios privados, se busca que los lectores asuman subjetivizaciones de hechos concretos como verdades comprobadas y aprobadas por el colectivo, sin comprender que más allá de una porción calculada de la realidad no es, y por lo contrario, sugiere posiciones particulares que someten el designio mayoritario a la verdad de unos pocos.

Empresarios o gobierno, la entelequia es inevitable, y la distorsión de lo que intenta reproducir un medio público irremediable. La suma de verdades se divide nuevamente dejando al consumidor de la información en la necesidad de alimentarse de cada una, para saborear tan solo retazos del hecho real. Es restar espacio a la propuesta inicial. Si ya de por si la utopía de una efectiva opinión pública entendida como el conjunto de un todo era ya una epopeya, la intromisión del Ejecutivo en la labor periodística del diario público podría empantanar lo ya recorrido.

¿Hay necesidad de mezclar lo uno con lo otro? No lo creo. El espacio informativo del Gobierno es parte de la verdad y debe ser respetada, así como la esfera privada tiene su nicho. Aquí lo único contraproducente es restar cancha al desarrollo del periodismo ciudadano, el cual se diluye entre la torcida de los dos bandos, y puede fracasar en el intento de reconstruir la verdad colectiva. La de todos, o por lo menos, la gran mayorí.a

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