En las postrimerías de mi tímida adolescencia, justo cuando las voz ronca de la curvilínea Shakira se hacía cada vez más anglosajona, salió al frente este colombiano que le pedía a Dios triunfar con su música. Producto de la novelería de la edad, lo escuché a rabiar en ese entonces. De ahí en adelante, y con el pasar de los años, Juanes pasó a un tercer plano en gustos musicales y en noticias de farándula, para mí. Hasta ahora, y no precisamente por su último hit musical, sino por su capacidad de terquedad ante una idea que conmueve y da paso a algunas reflexiones.
El año pasado, cuando apareció con un tinte pacifista ante las escaramuzas entre su país y Ecuador, fue víctima de burlas, pifias y miradas largas por parte de los críticos. Muchos pensaban que su intervención solo serviría como marketing para una nueva rola o para competir filantrópicamente con la rubia barranquillera. Más allá de los supuestos, el concierto Paz sin fronteras fue un evento interesante en su intención, poco productivo al final, pero con un mensaje claro, apolítico, y melodioso: queremos paz entre todos.
Cuando todos habían olvidado ese chispazo de altruismo del cantautor, reaparece con la idea de reproducir su concierto en La Habana. El solo nombre del lugar escogido causó revuelo e indignación en gran parte del mundo. Era para no creerlo: un cantante sujeto al mercantilismo musical, una de las industrias que mas dinero mueve en el sistema capitalista global, se atrevería a llevar sus creaciones junto a otro grupo de músicos a los rojos, comunistas, socialistas hombres y mujeres de las calles de Cuba.
Pero lo interesante en sí del tema de escándalo mundial, es como sin quererlo, Juanes a reactivado viejos rencores ideológicos en América y aún más paradójico, visibilizar, con él como principal víctima, el bloque social, cultural y económico al cual esta sujeta la isla hace décadas, una de las razones más negadas en el planeta y tratado en ocasiones como una simple leyenda urbana.
Primero el rechazo por parte de sus vecinos en Miami. Sus discos rodaban entre llamas por las calles del balneario. Los exiliados cubanos lo tildan de partidario de Castro, y se mofan de su éxito la camisa negra, tiñendo de color sangre la prenda como símbolo de su “apoyo” al comunismo, los medios de Miami iniciaron entrevistas diarias con el afán de conocer supuestas conexiones del cantante y sus compañeros (en la lista de acusados el ecuatoriano Juan Fernando Velasco) con grupos de extrema izquierda, y por último, el poco y nulo apoyo financiero al evento musical, al punto que el cantante pagará los gastos del concierto con dinero de su propio bolsillo.
A pesar de sufrir las consecuencias de un bloqueo olvidado en el tiempo pero vigente y fuerte en sus convicciones, el cantante no ha dado un paso atrás. Necio hasta el cansancio, ha demostrado que su lucha pacifista tiene un sentido, y que es urgente una revisión de la situación social de la gente que vive en Cuba. Por que a pesar del tinte apolítico de su gestión, es claro que las cadenas ideológicas y rencores del pasado siguen pesando en la visión mundial sobre las personas de La Habana, y en pleno siglo XXI, esas posturas no pueden continuar, y no lo podemos permitir… is time to change.
Los retratos de 1845
Hace 5 días
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