Con la legitimidad que ofrece el voto en las urnas, más condimentada si el triunfo es aplastante, Nebot tiene en Guayaquil la misma oportunidad, y responsabilidad, que Correa con el país: probar que su modelo de desarrollo funciona. Sin embargo, luego de ocho años de administración la afamada “autonomía al andar” aún no concreta sus puntos centrales y deja de lado algunos conceptos que vale la pena destacar.
En ocho años, la autonomía de que tanto se habla en los rincones del Municipio porteño poco se conoce en las calles. Su trasfondo o contenido programático recién dio su primer esbozo en el recordado mandato de Guayaquil, entregado a la Asamblea Constituyente el año pasado. Lo que planteó Nebot en síntesis fue: 1) Una forma política administrativa de gobierno que no implica soberanía por lo que no es separatismo. 2) Autonomía voluntaria, sin regiones forzadas ni objetivos impuestos, libre de más tramitología y burocracia cuyo costo afecte al Gobierno central y a los municipios, 3) Un modelo de gestión que no lesione jurisdicción, competencia, o renta de ninguna otra autonomía, provincia o cantón, ni afectar el ejercicio y financiamiento de las competencias no transferibles que corresponden al Gobierno central.
Sin embargo, al leerlo me queda flotando un párrafo del mandato que en el contexto del trabajo municipal de la última década suena a ironía “Lo fundamental de la autonomía es la libertad para decidir y la creatividad para progresar” Interesante. Me remontó inmediatamente a un discurso que llegó a mis manos en el 2006 de la ex candidata presidencial mexicana Patricia Mercado, reconocida socialdemócrata, con el cual explicó a su comunidad académica las autonomías que pretendía impulsar de ganar las elecciones.
Mercado afirmaba que existen tres tipos de autonomía. Libertad para decidir es autonomía de pensamiento. Escuchar las propuestas de aquellos que buscan nuevas soluciones y buscar soluciones concretas para problemas concretos. En cambio, la creatividad para progresar es la autonomía económica para mundo donde el desempleo y la informalidad es normal y la libertad de mercado no es solo para los monopolistas ni poderosos, sino una libertad extendida a todas las personas. Las dos se complementan con la autonomía cultural, que se basa en la autodeterminación de los sujetos, en el reconocimiento de nuestras diferencias y en un marco normativo de respeto.
Entonces, la propuesta autonómica de Nebot no puede encasillarse en la obtención de los dineros de las competencias transferibles, que según la visión del alcalde, mal utiliza el Gobierno central. Ser autónomo se refiere también a una sociedad que intenta moverse dinámica y se adapta a las circunstancias económicas, como los informales, y buscarles soluciones donde nadie la ve o donde nadie quiere verlas, desterrando conceptos yoístas como el “yo hablo y si ustedes quieren, escuchan”. Autonomía es libertad, y si libertad es lo que pregona Nebot como bandera de lucha ¿Qué libertades tenemos los guayaquileños? Sería importante debatir estos puntos, y el alcalde tiene 4 años para iniciar el diálogo.
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