Regalo de Navidad


Cuando se acerca la Navidad, y las carencias económicas destierran el significado místico de la fecha, la insatisfacción colectiva por no pasar las fiestas como el consumismo manda, apunta inmediatamente sus armas al Presidente de turno, aquel que prometió pero no cumplió, y al que solo queda echarle una plegaria de Nochebuena para que enderece el camino, o se vaya. Fruto de los propios desaciertos del Gobierno y la exacerbación de los hechos por parte de la prensa, año a año el eslogan de “Feliz Navidad” carece de sentido, tan solo un lugar común repetido sin cesar por spots publicitarios y niños que no advierten la llegada de un juguete.

Navidad representa para los ecuatorianos la muestra clara que el concepto de un Estado laico y separado de la Iglesia carece de sentido. Así como el Cristianismo, mayoritario en esta tierra, promueve y promulga la llegada del Salvador que libere de nuestras culpas y nos conduzca a la vida eterna, nuestra idiosincrasia política nos ata a figuras mesiánicas, milagreros que con el chascar de dedos solucionen problemas eternos. Bajo esa estructura mental, cada presidente, incluido el actual, fue visto como el elegido y luego reclasificado así a la condición de falso profeta.

La pre concepción del Presidente-Mesías es una muestra clara que el matrimonio Iglesia-Estado es indisoluble. Son conceptos humanos creados como herramientas para conseguir una vida armoniosa, feliz y próspera para todos, pero que al dividirse y subdividirse entre sí, la premisa ulterior de sus orígenes se convirtió en escenas utópicas. Me pregunto ¿ha existido un mejor Gobierno que este? ¿Una estructura política capaza de promover felicidad? ¿Hemos experimentado un sistema de cosas infalible? ¿Nos hace ver como parte de un todo? ¿Nos convence de que hay suficientes para todos?

Sea Derecha, Centro o Izquierda o católicos, protestantes o no cristianos, la insatisfacción colectiva continúa latente, sentimiento que parte de la intolerancia a pensar diferente y degenera finalmente a resultados conocidos de primera plana: violencia, guerra, hambre, odio, soledad…

¿Habrá otra manera de hacer las cosas?

Talvez no, pero si una diferente perspectiva. Volvamos a unir los conceptos originales, Política y Religión, pero desprendamos sus títulos y adjetivizaciones. Así Religión es espiritualidad, el deber ser y Política es el Sistema, el cómo hacer. La Espiritualidad no es otra cosa que la vida misma, la conciencia individual que da paso al crecimiento colectivo. Es mirarse a uno mismo y verse parte de un todo. Si lo entendemos así, será el generador de ideas para lograr vivir de manera armoniosa, feliz y pacífica, que se logra a través de la experiencia, el sistema creado con ese fin, la Política. Esta es la comunión de los conceptos.

Yo los convoco amigos míos a dejar de lado las etiquetas, olvidar el pasado que por siglos no ha funcionado y mirar en el interior de cada uno, en la esencia de cada ser, la llama de la perfección. Vivamos nuestra espiritualidad y hagamos política con amor, de cada uno depende un cambio radical del sistema. Talvez, el regalo de Navidad siempre ha estado ahí, debajo del árbol.

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