Celebrando los 20 años de la caída del Muro de Berlín, me encontré con una serie de reportajes en los medios de comunicación sobre el hecho histórico. Pero me llamo uno la atención en particular porque mostraba una decena de copias de la pared alemana alrededor del mundo, en pleno siglo XXI, y con la globalización extendida por todo el planeta.
Eso es una muestra clara que con la unificación de Alemania el mundo terminó con utopía socialista, mas no con los rencores entre hermanos. La división territorial y las restricciones migratorias se hace cada vez más drásticas, confinando al ser humano a límites jurisdiccionales casi asfixiantes.
¿Por qué nos empeñamos tanto en corregir problemas humanos con procesos políticos? El socialismo real cayó con el muro de Berlín porque nunca formo parte de una consciencia colectiva. Nada impuesto puede ser productivo, y eso demostró la terrible conducción de Stalin con la URSS. La visión limitada del dirigente ruso planteó un nuevo modelo de mundo en base a la tiranía, lo que ocasionó que naturalmente, caiga como ficha de dominó ante la inquebrantable necesidad de libertad del hombre.
Hoy, las cadenas se ubican en el otro extremo. El capitalismo salvaje se almuerza sin misericordia todas las reservas de energía de un planeta casi colapsado. Las ¾ de pobladores de la tierra siguen pujando, luego de milenios, por tan solo vivir dignamente, mientras una pequeña parte disfruta de lo que un principio se creó para que alcanza y sobre para todos.
¿Llegará el momento en que los nuevos muros caigan? Si la solución sigue siendo política, el resultado será una copia del mundo que despertó luego del 9 de noviembre del 1989: igual de inequitativo, igual de contraproducente, camino al fracaso. El planeta aún no se ha dado cuenta que sin el socialismo la cosa marcha igual o peor, el remedio no fue mejor que la “enfermedad”, y las esperanzas de un mundo confinado a desgastarse sin fin parece estar trazado.
La conciencia colectiva elevada para cambiarle el rumbo a nuestra sociedad no se cimienta en ideologías, sino en lo profundo del alma. La revolución constante proviene de la esencia de cada cual, es una decisión personal y nada más. No podemos seguir apostando a una idea preconcebida o a leyes que nos digan hasta cómo respirar. El momento de comenzar a pensar en el todo como unidad es el desafío del tercer milenio.
¿Capitalismo? ¿Comunismo? ¿Socialismo? son solo teorías que sin el sostén de la conciencia del hombre, no han sido productivas. Solo el amor hacia uno mismo y los demás permitirá el avance de una sociedad cada vez más confusa, extraviada, que no comprende porqué sus sistemas políticos no han dado resultados, pese a los esfuerzos a través de miles de años. Detengamos un momento la mano y escuchemos el corazón. Talvez si lo hacemos todos por un minuto, la respuesta para esta Tierra enferma siempre estuvo ahí, en lo profundo de nuestro ser.
Los retratos de 1845
Hace 5 días
0 comentarios:
Publicar un comentario