Nacionalismo out

2 comentarios enero 14, 2010
Sumado el tercer año de la “Revolución Ciudadana”, la crítica de la oposición y medios de comunicación (o sea, la misma cosa) se centra en la obra vial prometida e incompleta, el supuesto ataque a las libertades de expresión y a unas fallidas políticas económicas.

Lejos de ser cierto o no lo que detalla la prensa, el análisis de los 1095 días de Gobierno sí presenta un panorama desalentador, pero no tanto desde la óptica de resultados concretos, sino de los conceptos geopolíticos que encapsulan a la revolución. Dicho de otra forma, en tiempos de globalización absoluta, irremediablemente los procesos nacionalistas tienden a desaparecer rápidamente, ya que no replican los intereses trasnacionales que manejan la economía mundial.

Es un error conceptual grave de la llamada nueva izquierda que lidera este proceso político seguir imaginando un cambio global hacia el socialismo desde la experiencia interna de un país. Es ilógico creer que un sistema capitalista imperante en las transacciones económicas, sociales y culturales del planeta entero reducirán su expresión por la aparición de procesos discordantes, los cuales en principio puede hacer roncha, pero terminan aislados por la manipulación de los intereses de las grandes corporaciones, verdaderos amos financieros del mundo y sin límites geográficos como trabas.

En ese contexto, ni la URSS, ni China, ni Cuba, como tampoco Venezuela, han logrado abarcar su programa político más allá de sus fronteras, quedando aislados por un bloqueo económico que funcione a modo de chantaje y que genera paulatinamente, descontento en las mismas filas revolucionarias. Lo mismo está pasando en Ecuador, embaucado ahora con la “fuga de inversiones” que lo mantiene anclado en los rezagos aún de una crisis económica de más de una década.

¿Es funcional seguir creyendo que un sistema global puede ser derrocado con un proyecto nacionalista? La izquierda en cada rincón del mundo debe preguntarse eso cada día, para ver si asumen un nuevo paradigma de revolución. Los procesos integradores son necesarios y urgentes, pero hasta ahora no tienen el carácter de serios. El ALBA, UNASUR y el Banco del Sur no tienen peso político ni económico para ser tomados en cuenta por la comunidad mundial, lo que reduce su existencia a formalismos burocráticos.

A tres años de un proyecto nacionalista condenado al fracaso, no por su resultados inmediatistas sino por su ubicación ideológica, es necesario replantear criterios en base a teorías comprobadas. La evolución de la geopolítica planetaria es irreversible y debe ser tomada como punto de partida. Así como fueron los imperios monárquicos, ciudades-estado, y los estados feudales, de igual forma los estados-nación tienen fecha de expiración, y ese momento debe agarrarnos preparados.

Es momento de que el Gobierno sea protagonista de un nuevo orden mundial, de una democracia planetaria. Abrir las fronteras para consolidar espacios de decisión amplia y sin banderas, es hablar de una verdadera revolución, anti capitalista, anti corporativista y anti nacionalista. La izquierda nueva debe configurar no un proyecto político de poca duración, sino un modelo como parte de un todo, si quiere sobrevivir en un marco global. Es en determinadas cuentas, regresar a lo planteó Marx hace siglo y medio “Trabajadores del mundo, uníos”. La premisa está hecha.
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