Respeto

6 comentarios noviembre 19, 2009
El clamor de la prensa autotitulada “independiente” en el país ayer se leyó por todo lo alto. No escatimaron en presentarse con una leyenda a primera página como muestra de su unidad, ahora, y posición inflexible ante la manoseada Ley de Comunicación.

Noticia: ya se aprobó la Ley en la Asamblea.

Pese a que la reacción conjunta fue tardía, nunca antes la prensa nacional mostró tanta preocupación por la ruptura del status quo del cual han vivido a sus anchas. La existencia de una normativa que regula el accionar de los medios privados y públicos se ha convertido en la mayor preocupación del contrapoder, inclinado a encontrar en ella una violación a la libertad de expresión, pero inexpresivos al constatar el apoyo que reciben su principal materia prima, los periodistas.

Por décadas, la profesión del periodista ha sido un diploma carente de emociones en la tinta. Basta ver con que la mitad de los que ejercen la comunicación social en prensa, radio y televisión no pasaron por las facultades, para darnos cuenta de la inexpresiva contundencia de la profesionalización periodística. Cualquier persona, cualquier profesional, está en condiciones de ejercer nuestra carrera, sin preparación previa, tan solo con la capacidad básica del ser humano de comunicarse.

Siendo así, por años me he preguntado que prestigio o herramientas me presta la universidad, si la facultad de comunicar y emitir comunicación es intrínseca en el hombre. Un médico puede escribir, un ingeniero también, un abogado, un economista, el que sea. Pero el periodista, el que ostenta la titulación artificial, jamás podría operar, construir, litigar o hacer presupuestos, sin la debida preparación o licencia.

Entonces, lo único que le queda al periodista es el respeto. Respeto de sus congéneres profesionales a permitirle realizar en lo que se especializaron. La oportunidad de profundizar en los axiomas de la comunicación pública tal como cada quién intenta romper paradigmas en la visión del mundo que escogieron. Eso merece el periodista, y la afamada ley impone que sea así. Ahora todo medio de comunicación debe tener como planta a comunicadores sociales de carrera, con un lapso de 6 años para su instrucción y actualización.

Pero los medios no quieren eso. No pretender guardar respeto ante su fuerza de trabajo. La misma consigna que le piden y exigen al Gobierno central están tratando de coartarla a sus hacedores de información, a quienes buscan, hacen y difunden la noticia. El respeto a defender una labor noble y peligrosa, que merece ser entendida como un espacio de estricto ejercicio profesional, y no como la ventana a cualquier subjetivización. Para eso están los espacios de opinión, los blogs, el Facebook y toda herramienta individual que nos otorga la tecnología para la opinión pública. La individualización de la comunicación es un derecho, pero la capacidad calificada para emitir información en un contexto global, debe ser tarea de la gente preparada en ese sentido.

Sin embargo, esta iniciativa debe estar acompañada de su respaldo inmediato. Los comunicadores populares o indígenas requieren del apoyo de Estado para su profesionalización. Talvez un plazo mayor, pero deben ser tratados de manera independientes a lo que se entiende como medios de comunicación masivos.

La obligación de los medios es exigir respeto y dar respeto. Los periodistas por años hemos clamado por respeto a nuestra profesión. Hay una oportunidad vigente ahora, ojalá y no sea otra fe de errata que nunca se corrige en su lugar de origen.
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20 años de lo mismo

0 comentarios noviembre 10, 2009
Celebrando los 20 años de la caída del Muro de Berlín, me encontré con una serie de reportajes en los medios de comunicación sobre el hecho histórico. Pero me llamo uno la atención en particular porque mostraba una decena de copias de la pared alemana alrededor del mundo, en pleno siglo XXI, y con la globalización extendida por todo el planeta.

Eso es una muestra clara que con la unificación de Alemania el mundo terminó con utopía socialista, mas no con los rencores entre hermanos. La división territorial y las restricciones migratorias se hace cada vez más drásticas, confinando al ser humano a límites jurisdiccionales casi asfixiantes.

¿Por qué nos empeñamos tanto en corregir problemas humanos con procesos políticos? El socialismo real cayó con el muro de Berlín porque nunca formo parte de una consciencia colectiva. Nada impuesto puede ser productivo, y eso demostró la terrible conducción de Stalin con la URSS. La visión limitada del dirigente ruso planteó un nuevo modelo de mundo en base a la tiranía, lo que ocasionó que naturalmente, caiga como ficha de dominó ante la inquebrantable necesidad de libertad del hombre.

Hoy, las cadenas se ubican en el otro extremo. El capitalismo salvaje se almuerza sin misericordia todas las reservas de energía de un planeta casi colapsado. Las ¾ de pobladores de la tierra siguen pujando, luego de milenios, por tan solo vivir dignamente, mientras una pequeña parte disfruta de lo que un principio se creó para que alcanza y sobre para todos.

¿Llegará el momento en que los nuevos muros caigan? Si la solución sigue siendo política, el resultado será una copia del mundo que despertó luego del 9 de noviembre del 1989: igual de inequitativo, igual de contraproducente, camino al fracaso. El planeta aún no se ha dado cuenta que sin el socialismo la cosa marcha igual o peor, el remedio no fue mejor que la “enfermedad”, y las esperanzas de un mundo confinado a desgastarse sin fin parece estar trazado.

La conciencia colectiva elevada para cambiarle el rumbo a nuestra sociedad no se cimienta en ideologías, sino en lo profundo del alma. La revolución constante proviene de la esencia de cada cual, es una decisión personal y nada más. No podemos seguir apostando a una idea preconcebida o a leyes que nos digan hasta cómo respirar. El momento de comenzar a pensar en el todo como unidad es el desafío del tercer milenio.

¿Capitalismo? ¿Comunismo? ¿Socialismo? son solo teorías que sin el sostén de la conciencia del hombre, no han sido productivas. Solo el amor hacia uno mismo y los demás permitirá el avance de una sociedad cada vez más confusa, extraviada, que no comprende porqué sus sistemas políticos no han dado resultados, pese a los esfuerzos a través de miles de años. Detengamos un momento la mano y escuchemos el corazón. Talvez si lo hacemos todos por un minuto, la respuesta para esta Tierra enferma siempre estuvo ahí, en lo profundo de nuestro ser.
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